lunes, 21 de marzo de 2011

Historias de la espera 2

Esa mañana estaba más cansada de lo normal. Las sábanas se le pegaban como si fueran de chicle. Y los ojos le pesaban. Sería por las bolsas que desde hacía algunas semanas se le habían instalado en ellos y que ni las milagrosas cremas que se había comprado en el centro comercial conseguían eliminar. Hacía tiempo que no dormía bien.

En la oficina se dejó caer delante del ordenador. Al abrir la pantalla se dirigió directamente a su correo. Tenía treinta mensajes sin leer. El trabajo tendría que esperar un poco más. Leer los mensajes cada mañana se había convertido para ella en una rutina que le sacudía la modorra y la ponía en marcha otra vez. Todas esas mujeres que escribían y contaban cosas tan próximas a ella, la hacían sentirse arropada, confortable en su estatus de madre adoptante. Era casi, el único lugar en el que todo parecía pertenecer a una normalidad que fuera, era difícil de encontrar.

Mientras abría y leía, buscando con avidez noticias alentadoras de familias al fin constituídas, escuchó unas voces que llegaban desde el otro lado del cristal. Todo el mundo felicitaba a Claudia, la abrazaban y la rodeaban de un ambiente de fiesta. Cuando se acercó le informaron: estaba embarazada. A su alrededor, desde ese día, florecieron las recomendaciones, los consejos y los vaticinios, las historias de embarazos y partos, las anécdotas de padres experimentados...Celebraron sus ecografías y las primeras patadas, la abanicaron en los mareos y le acercaron un café en las bajadas de tensión. Vamos, lo normal en estos casos.

MIentras tanto ella, esperaba y esperaba a que ese embarazo de papel se volviera tangible, con sus molestias y sus temores, invisibles ante los demás. Al fin y al cabo, en su cuerpo no se estaba manifestando ningún cambio aparente. Quizá, solo quizá, si fuera su corazón el que se viera, sería ella la que ahora mismo, estaría sentada en un sillón, abanicada y alentada por todos aquellos que tanto sabían de ser padres.

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