martes, 28 de octubre de 2014

Me cambio de familia

Y ¡ala!. Ya estamos en el lío. Lo sabíamos. Desde el minuto menos diez desde que emprendimos la aventura adoptiva. Pero, entre la vorágine de la vida cotidiana y los problemas que te va regalando el día a día, pensaba que no llegarían. Al menos no tan pronto.

Me refiero a los conflictos derivados directamente del hecho adoptivo. Esos que hemos leído y analizado tantas veces.

Pero la peque no se olvida. Hablábamos ayer, es un decir, de la percepción que está mostrando la niña hacia su vida sin nosotros. Al contacto con su pasado anterior a la adopción y el procesamiento emocional del mismo. A sus huequitos recién expuestos verbalmente.

Pues ese árbol tiene muchas ramitas. Y últimamente se está traduciendo en un bombardeo de inseguridades relacionadas con su lugar en la familia. Cada vez que hay un enfado te amenaza con buscarse otra madre. A veces, abre la puerta y se va. Pero ya, al contrario de lo que ocurría cuando el vínculo estaba aún en el horno, sin terminar de cuajar, es un farol. Se queda en la puerta esperando y cambia de opinión. Debe pensar que más vale malo conocido...Y ahí estoy yo esperando cada vez, recordándole que de familia no se cambia. Que somos, como dice ella, "para todo el rato".

Esto es muy común en los niños, aunque hayan nacido en casa. Es una fase evolutiva normal. Prueban sus límites de libertad y de paso te ponen a prueba a tí. Es como un control de pertenencia. Una buena opción es no darle demasiada importancia. Recuerdo a mi hijo mayor con tres años haciendo una noche su maletita. Metió en su mochila del cole su osito, su cuento y su coche favorito y, vestido con su pijamita de bebé grandote, nos informó a mi marido y a mi de que se iba a vivir con los abuelos porque los echaba mucho de menos y todos los vuelos salían de noche.Qué ternura.

Pero en el caso de mi hija la cosa va más allá. Tiene la sensación de que realmente podría cambiarse de madre si quisiera. Y me lo dice con frecuencia. Después, cuando se le pasa el enfado "me regala" un poco más de tiempo conmigo: "vaaaale. Eres mi mamáaa..."

Y sobre todo, esta situación se desarrolla en medio de un periodo en el que se plantea abiertamente su pertenencia a la familia. Ultimamente me ha dicho cosas del tipo "tu no eres mi madre, papá no es mi padre, pues ya no soy tu hija, mi hermano no es mi hermano..." (sic). Indagando en el tema, tratando de encontrar un detonante a este despliegue repentino aparece el nombre de una compañera de colegio. Una niña de seis años que según mi hija es quien le dice estas cosas. No es una información fiable al cien por cien, porque la niña es muy fantasiosa, pero con el paso del tiempo he llegado a creer que esta puede ser la fuente del conflicto.

He preguntado en el cole, pero ellos no han percibido nada y en nuestro caso, con un aula de tan solo diez niños no es tan difícil interceptar alguna alusión de este tipo si se produce. Así que no sé bien de dónde sale el tema.

Pero la cuestión es que ahí está.

Durante mucho tiempo he tratado la cuestión de forma enunciativa: informándola de que las familias son para siempre. Porque en el fondo, esa es la base de sus dudas. Explicándole de nuevo cómo llegamos a convertirnos en familia, acudiendo otra vez al arsenal de cuentos, vídeos y libros en los que ella es la protagonista.

Pero el otro día cambié de enfoque. Seriamente, con cara de estar enfadadilla, le informé de que las madres no se cambian. Ni los hijos tampoco. Y zanjé la cuestión....por el momento, claro.

Creo que normalizar el tema, pasa por no permitir la manipulación emocional de los niños. ¿qué ve un pequeño que encuentra una blandura especial en sus padres cada vez que saca el tema? Pues apertura si, pero quizás también inseguridad y la oportunidad de crear una situación de protagonismo que puede no corresponder con el momento en concreto.

Nuestros pequeños se mueven en un círculo de inseguridad, control y manipulación delicado. En el caso de mi hija, la necesidad de control es muy elevada. Un problema que estamos tratando de aligerar y del que me gustaría hablar más adelante.

De momento, nos centraremos en recordarle sin cansarnos, que esta es su familia. Para todo el rato y con todas sus consecuencias. Y seguiremos atentamente sus evoluciones en esta construcción que ha empezado tan pronto. Al menos para mi.


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